domingo, 20 de mayo de 2012

Simbología de la imagen de María Reina

Como todas las advocaciones de la Virgen, la imagen de María Reina es rica en simbología. El manto adornado con armiño envuelve a la tierra y muestra autoridad sobre ella. El color blanco de sus vestidos y el lirio a sus pies refieren a la pureza de Virgen. Una parte del manto, cuyo color es el del amanecer, mira hacia los hombres e invita a la esperanza, mientras su mano derecha sostiene el cetro en afirmación de su poder y autoridad que, al estar levemente inclinado, expresa su misericordia.
 Su soberanía se expresa en su frente, en la diadema de piedras preciosas y oro, y en el anillo en su mano, que simboliza la alianza con su pueblo. El rosario de su cintura invita a la oración y sus cuentas de rosas manifiestan su ilimitada caridad. He aquí nuestra santa patrona, María Reina Inmaculada, con todos los emblemas de su realeza: su manto, con ribete de armiño, envuelve el globo y denota soberana majestuosidad. El cetro en su mano derecha, ligeramente inclinado en señal de misericordia, afirma su autoridad y potestad. La deslumbrante blancura de sus vestidos y del lirio que yace a sus pies evocan su pureza virginal. El lado de su manto que está vuelto hacia los hombres es el color del amanecer y les habla de la esperanza. El rosario que lleva puesto nos invita a rezar y las rosas que adornan las grandes cuentas son símbolo de su infinito amor. Camina hacia adelante sobre la esfera, que representa el mundo, para encontrarse con sus hijos y ayudarles en sus tribulaciones; sin embargo, sus pies apenas se deslizan por el globo como recordatorio de que este mundo no es sino un pasaje que conduce a la eterna patria.

Nos encontramos el 14 de junio. . . . .


Reservas 
Santa Fe: 4746631 - 4698500 -4560613-4896661
Santo Tomé: 4742692
San Jerónimo Norte: 0304-460327/ 0304-161401

Oración

    


Danos tu fortaleza y serenidad para enfrentar
las  dificultades; tu paz y equilibrio, tu alegría y sencillez de corazón. Enséñanos a amar, a servir, a adorar, a dar sentido 
 la vida; pero, sobre todo, a aprender
 a hablar y a callar,
Señora del silencio y de la palabra.
    

viernes, 18 de mayo de 2012

Mes de Mayo. . .mes de la Virgen

“Este mes, por tanto, puede ser la oportunidad para regresar a la fe de
 la Iglesia de los orígenes y, en unión con María, comprender que también
 hoy nuestra misión consiste en anunciar y testimoniar con valentía y alegría
a Cristo crucificado y resucitado, esperanza de la humanidad".
Benedicto XVI
                                                                                                 
 

Te entiendo hijo mío. . . . .

  Conozco el sufrimiento y por eso quiero acompañarte en tus momentos de  dolor...
 He llorado, como tú, por eso puedo entender tus lágrimas... permíteme consolarte...
 He padecido - como tú - angustia, desesperación y la impotencia de no saber qué hacer en más de una ocasión, por eso puedo comprenderte y no me es ajena tu aflicción...   
Lo hice por mi Hijo Jesús, siempre estuve a su lado y hoy también lo hago por ti, mi hijo amado... Permíteme decirte que conozco el dolor en toda su dimensión, que como humana que fui yo también sentí temor, soledad, tristeza, enfermedad.
 Permíteme decirte que gracias a estos momentos difíciles conozco el amor en toda su magnitud, que la gracia y la virtud se fortalecen si las penas se ofrecen.
 He gozado - como tú - alegrías; he disfrutado bellos momentos; como tú  también he sonreído y vivido en beneplácito por las bondades de Dios
Padre... Escucha, hijo mío: yo de ti ni un solo instante me he apartado... estoy en tu alma, en tu espíritu, acompañándote en silencio.    
  Tú quizás no te hayas percatado... Estoy intercediendo desde los tiempos de mi Hijo Jesús que con su cruz le dio a la humanidad un sentido espiritual para enseñarles que la carne y el cuerpo son temporales, y que sólo el espíritu es perdurable. Así que, si hoy estás sufriendo algún dolor, no temas que nunca te he dejado solo; si estás sintiendo tristeza, es para tu fortaleza.
Acércate a mí,  que como madre quiero darte un rayo de luz. Más aún cuando  sientas  felicidad, plenitud y gozo, mira mi rostro después del calvario y la muerte,  ya que por sobre todas las cosas el amor de Dios nos ha resucitado.             
¡He aquí que soy tu Madre! Porque lo que hice por mi Hijo Jesús, lo hago llena de gozo hoy también por ti, mi hijo bien amado.